¡Soy un velo cándido que oculta el beso de las bocas enamoradas! ¡Soy un recurso precioso para la cantarina que abre la boca y para el poeta que recita versos! Y en el abanico de la segunda danzarina habia escritos, también en letras de oro y azul, los versos siguientes:
¡Soy verdaderamente encantador en manos de las bellas, por lo que mi sitio predilecto es el palacio del califa! ¡Renuncien á tenerme por amigo los que estén en desacuerdo con la gracia y la elegancia! ¡Pero también concedo con gusto mis caricias al jo- venzuelo flexible y desenvuelto como una esclava her- mosa!
Y cuando el poeta hubo contemplado á aquellas dos maravillosas muchachas, sintió un deslumbra- miento y un estremecimiento profundo. Y de re- pente olvidó su miseria, sus tristezas, las privacio- nes de su familia y la cruel realidad. Y se creyó transportado en medio de las delicias del paraíso, entre dos huríes selectas. Y la belleza de ellas hi- zole mirar á todas las mujeres pasadas, de que le quedaba recuerdo, como feas y necias. En cuanto al califa, después de los homenajes y las zalemas, dijo al poeta: «¡Oh Ibn Abu-Atik! me ha impresionado la descripción que me ha he-