tró expansionándose á su sabor con las dos hermo- sas danzarinas, sentada una en su rodilla derecha y la otra en su rodilla izquierda, frente à una ban- deja cubierta de bebidas...
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ LA 989.a NOCHE
Ella dijo:
... Y le encontró expansionándose á su sabor con las dos hermosas danzarinas, sentada una en su rodilla derecha y la otra en su rodilla izquierda, frente à una bandeja cubierta de bebidas. Y le in- terpeló con acento de mal humor, diciéndole: «¿En qué estabas pensando joh loco! para desmentir ante el califa mis palabras con respecto á ti? Me has en- negrecido el rostro basta darle el color más som- brío. Y contestó el poeta, en el límite del regocijo: «¡Ah amigo mío! ¿quién podría pregonar pobreza ó cantar miseria en la situación en que me encontré de pronto? Si lo hubiera hecho, habría sido una in- decencia suprema, si no en mi propio interés, al menos por estas dos huries. >>
Y asi diciendo, tendió á su amigo una copa enorme en la cual soureía un liquido perfumado