desesperaciones de mi pobre madre al verme deser- tar de la tintorería, y la predicción del imán res- pecto á la baluza con crema y aceite de alfonsigos.
Y Harún quedó encantado de mi relato, y con- cluyó: «Sí, ciertamente, el estudio y la ciencia dan siempre sus frutos, y son numerosas sus ventajas en el dominio humano y en el dominio de la reli- gión. En verdad que el venerable Abu-Hanifah pre- decía con precisión y veía con los ojos de su espí- ritu lo que los demás hombres no podían ver con los ojos de su cabeza. ¡Alah le colme con sus mise- ricordias y con sus gracias más perfumadas! >>
Y esto es lo referente á la baluza de crema y aceite de alfónsigos.
Pero he aquí ahora lo referente á la dificultad jurídica resuelta.
Encontrándome un día fatigado, me meti tem- prano en la cama. Y ya me había dormido profun- damente, cuando llamaron á golpazos en mi puer- ta. Y á toda prisa me levanté al oir el ruido, me abrigué los riñones con mi izar de lana, y fuí á abrir yo mismo. Y reconocí á Harthamah, el eu- nuco de confianza del Emir de los Creyentes. Y le saludé. Pero él, sin perder tiempo en devolverme la zalema, lo cual me sumió en una gran turbación y me hizo presagiar sombríos acontecimientos por lo que á mi afectaba, me dijo con acento perento- rio: «Ven en seguida á ver á nuestro amo el califa, que desea hablarte. » Y tratando de dominar mi turbación y procurando descifrar algo del asunto,