Y al llegar á palacio vi que Massrur nos esperaba á la puerta. Y Harthamah le dijo, designȧndome:
- He aquí al kadi.» Y Massrur me dijo: «¡Ven!>> Y
le segui. Y mientras le seguía, le dije: «¡Oh Mass- rur! tú que ya sabes cómo sirvo á nuestro amo el califa, y los miramientos que se deben á un hom- bre de mi edad y de mi cargo, y que no ignoras la amistad que siempre te he profesado, supongo que querrás decirme por qué me hace venir el califa á hora tan tardía de la noche.» Y Massrur me con- testó: «Ni yo mismo lo sé.» Y le pregunté, más azorado que nunca: «¿Podrás decirme, al menos, quién hay con él?» Massrur me contestó: «No hay mas que una persona: Issa, el chambelán, y en la habitación contigua la esposa del chambelán.»>
Entonces, renunciando á comprender más, dije: «¡Confío en Alah! ¡No hay recurso ni fuerza mas que en Alah el Todopoderoso, el Omnisciente! >> Y llegado que hube al cuarto que precedia á la habita- ción en que por lo general estaba el califa, hice oir el movimiento de mi andar y el ruido de mis pasos. Y el califa preguntó desde dentro: «¿Quién hay á la puerta?» Y contesté al punto: «Tu servidor Ya- cub, ¡oh Emir de los Creyentes!» Y la voz del califa dijo: «¡Entra!»
Y entré. Y encontré à Harún sentado, con el chambelán Issa á su derecha. Y avancé, proster- nándome; y le abordé con la zalema. Y con gran satisfacción mía, me devolvió él la zalema. Luego me dijo sonriendo: «¿Te hemos inquictado, moles-