ción; y en cuanto á lo demás, era semejante á una luna llena en una noche de luna llena.
Cuando la joven vió llegar aquella brillante tropa de jinetes, se apresuró á cargarse el odre al hombro y á retirarse. Pero como, en su precipita- ción, no había tenido tiempo de atar bien la boca del cuello del odre, se desató la cuerda á los pocos pasos y se salió el agua del odre con estrépito. Y gritó la joven, volviéndose adonde se alzaba su vivienda: <<¡Padre mio, padre mío, ven á tapar la boca del odre! ¡Me ha fallado la boca! ¡Ya no puedo dominar la boca!»
Y fueron dichas por la joven árabe estas tres indicaciones, gritadas á su padre, con una selec- ción de palabras tan elegantes y una entonación tan encantadora, que el califa, maravillado, se paró en seco. Y mientras la joven, sin ver llegar á su padre, tapaba el odre para no mojarse, el califa avanzó hacia ella y le dijo: «¡Oh niña! ¿de qué tribu eres?» Y contestó ella con su voz deliciosa: «Soy de la tribu de los Bani-Kilab.» Y Al-Mamúm, que sa- bía muy bien que aquella tribu de los Bani-Kilab era una de las más nobles entre los árabes, quiso hacer un juego de palabras para poner á prueba el carácter de la joven, y le dijo: «¿Cómo se te ha ocu- rrido joh hermosa niña! pertenecer á la tribu de los «hijos de perro»? Y la joven miró al califa con aire burlón y contestó: «¿En verdad, no conoces el sig- nificado real de las palabras? ¡Sabe ¡oh extranjero! que la tribu de los Bani-Kilab, de que soy hija, es