Y tras de hablar así, dió á cada uno de los pre- sentes cien monedas de oro y una pieza de tela de valor, para recompensarles por su atención y corresponder á su celo por instruirse. Porque de- cía: «Hay que estimular las buenas disposiciones y facilitar el camino á las gentes bien intencio- nadas. »
Luego, después de haberlos regalado con una excelente comida, en la que no se olvidó nada deli- cado, los despidió en paz.
Y esto es lo referente á todos ellos. ¡Pero Alah es más sabio
Y cuando Schahrazada acabó de contar esta larga serie de historias admirables, se calló. Y el rey Schahriar le dijo: «¡Oh Schahrazada, cuánto me has instruído! Pero sin duda te has olvidado de hablar- me del visir Giafar. Y hace ya mucho tiempo que anhelo oirte contarme cuanto sepas respecto á él. Porque en verdad que ese visir se parece extraordi- nariamente en sus cualidades á mi gran visir, padre tuyo. Y por eso quiero con tanto ahinco saber por ti la verdad de su historia, con todos sus detalles, ya que debe ser admirable.» Pero Schahrazada bajó la cabeza y contestó: «¡Alah aleje de nosotros la des- gracia y la calamidad, ¡oh rey del tiempo! y tenga en su compasión á Giafar el Barmakida y á toda su familia! Por favor, dispensame de contarte su his- toria, porque está llena de lágrimas. ¡Ay! ¿quién no llorará el relato del fin de Giafar, de su padre Yahia, de su hermano El-Fadl y de todos los Bar-