el Maghreb y la Andalucía hasta las fronteras ex tremas de China y de Tartaria.
Y he aquí que de repente los hijos de Barmak, que tuvieron la más alta fortuna que á los hijos de Adán es dable alcanzar, fueron precipitados en el seno de los más terribles reveses y bebieron en la copa de la Distribuidora de calamidades. Porque joh rey del tiempo! los nobles hijos de Barmak no solamente eran los visires que administraban el vasto Imperio de los califas, sino que eran los ami- gos más queridos, los compañeros inseparables de su rey. Y Giafar, particularmente, era el caro co- mensal cuya presencia se hacía más necesaria á Al-Rachid que la luz de sus ojos. Y tanto espacio había llegado á ocupar en el corazón de Al-Rachid, que llegó hasta el punto de mandarse hacer un mauto doble, y se envolvió en él con su amigo Gia- far, como si ambos no fueran mas que un solo hom- bre. Y asi se portó con Giafar hasta la terrible ca- tástrofe final.
Pero ¡qué pena tengo en el alma!-he aquí cómo ocurrió aquel acontecimiento lúgubre que oscureció el cielo del Islam y arrojó la desolación en todos los corazones, como rayo del cielo des- tructor.
Un día ¡lejos de nosotros los días parecidos á aquél!, de regreso de una peregrinación á la Meca, iba Al-Rachid por agua de Hira á la ciudad de Anbar. Y se detuvo en un convento llamado Al- Umr, á orillas del Eufrates. Y llegó para él la no-