PERO CUANDO LLEGÓ LA 996.a NOCHE
Ella dijo:
... Y era la hora de comer. Y Abu-Zaccar el cie- go, acompañándose con la bandurria, cantaba ver- sos filosóficos acerca de la inconstancia de la suer- te. Y he aquí que de improviso apareció en la en- trada de la tienda Massrur, el portaalfanje del califa y ejecutor de su cólera. Y al verle entrar así, en contra de toda etiqueta, sin pedir audiencia y sin anunciar siquiera su llegada, Giafar se puso muy amarillo de color, y dijo al cunuco: «¡Oh Mass- rur! bien venido seas, pues cada vez te veo con más gusto. Pero me asombra ¡oh hermano mío! que, por primera vez en nuestra vida, no te hayas hecho preceder por algún servidor para anunciarme tu visita. Y Massrur, sin dirigir siquiera la zalema á Giafar, contestó: «El motivo que me trae es de- masiado grave para permitirme esas fútiles forma- lidades. Levántate ¡oh Giafar! y pronuncia la schea- da por última vez. Porque el Emir de los Creyen- tes pide tu cabeza. »> >>
Al oir estas palabras, Giafar se irguió sobre sus pies, y dijo: «¡No hay más Dios que Alah, y Moha- med es el enviado de Alah! ¡De las manos de Alah salimos, y tarde ó temprano volveremos entre sus