disfrutaba plenamente de la doble amistad tan viva que sentía por aquella pareja, á quien torturaría en lo sucesivo, sin sospecharlo siquiera. Porque ¿desde cuándo ha podido el amor obedecer á las exigencias de los censores?...
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ LA 997.a NOCHE
Ella dijo:
...Porque ¿desde cuándo ha podido el amor obe- decer á las exigencias de los censores? ¿Y no des- pierta y azuza las emociones del amor semejante prohibición entre dos seres jóvenes y hermosos?
Y he aquí, en efecto, que aquellos dos esposos, que tenían derecho á amarse y á dejarse llevar de los transportes de su mutuo amor tan legitimo, re- ducidos á la sazón al estado de suspirantes, se em- briagaban más cada día, con esa embriaguez oculta que reconcentra en el corazón la fiebre. Y he aqui que Abbassah, atormentada por aquel estado de esposa secuestrada, se volvió loca por su marido. Y acabó por informar á Giafar del amor que sen- tia. Y le llamó á sí y le solicitó, & escondidas, de todas maneras. Pero Giafar, como hombre leal y