En cuanto á Abbassah, fué madre, y dió á luz un hijo. Y confió el niño á la vigilancia de un abne- gado servidor llamado Ryasch y á los cuidados ma- ternales de una mujer llamada Barrah. Luego, te- miendo sin duda que la cosa se divulgase, à pesar de todas las precauciones, y llegase á conocimiento de Al-Rachid, envió á la Meca al hijo de Giafar en compañía de dos servidores.
Y he aquí que Yahia, padre de Giafar, entre sus prerrogativas tenía la guardia y la intendencia del palacio y del harén de Al-Rachid. Y tenia cos- tumbre de cerrar á cierta hora de la noche las puer- tas de comunicación del palacio, llevándose las lla- ves. Pero esta severidad acabó por convertirse en una molestia para el harén del califa, y sobre todo para Sett Zobeida, que fué á quejarse amargamente á su primo y esposo Al-Rachid, maldiciendo del ve- nerable Yahia y de sus rigores intempestivos. Y cuando se presentó Yahia, le dijo Al-Rachid: «Pa- dre, ¿por qué se queja de ti Zobeida?» Y Yahia pre- guntó: ¿Es que me acusan de tu harén, ¡oh Emir de los Creyentes!?» Al-Rachid sonrió y dijo: «No, joh padre!» Y Yahia dijo: «En ese caso, no tomes en cuenta lo que te digan de mi, ¡oh Emir de los Creyentes!» Y desde entonces redobló aún más su severidad, de modo que Sett Zobeida se quejó otra vez con acritud y enfado á Al-Rachid, que le dijo: ¡Oh hija del tío! verdaderamente, no hay motivo para acusar á mi padre Yahia por nada concer- niente al harén. Porque Yahia no hace mas que