mocito que me servía cayó al suelo sin conoci- miento. Unos instantes después se levantó, y con el rostro bañado en lágrimas emprendió al punto la fuga, dejándome solo en medio del agua...
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ LA 998.a NOCHE
Ella dijo:
...se levantó, y con el rostro bañado en lágri- mas emprendió al punto la fuga, dejándome solo en medio del agua.
Y salí del baño, asombrado, y reñí vivamente al maestro bañero por haber puesto á mi servicio de baño á un epiléptico. Pero el maestro bañero me juró que jamás había notado esta enfermedad en su joven servidor. Y para probarme su aserto, hizo ir al joven å mi presencia. Y le preguntó: «¿Qué ha ocurrido que tan descontento está de tu servicio este señor?» Y el mozalbete, que me pare- ció que se había repuesto de su turbación, bajó la cabeza; luego, encarándose conmigo, me dijo: «¡Oh mi señor! ¿conoces al autor de los versos que reci- tabas en el baño?» Y contesté: «¡Por Alah! si soy yo mismo.» Y me dijo él: «Entonces eres el poeta