Mohammad El-Dameschgy. Y compusiste esos ver- sos para celebrar el nacimiento del hijo de El-Fadl el Barmakida.» Y añadió, mientras yo me quedaba asombrado: «Dispénsame ¡oh mi señor! si, al escu- charte, se me ha encogido el corazón súbitamente y he caido, abrumado por la emoción. Yo mismo soy ese hijo de El-Fadl cuyo nacimiento has can- tado tan magnificamente.» Y de nuevo cayó des- mayado á mis pies.
Entonces, movido de compasión ante tal infor- tunio, y viendo reducido á aquel grado de miseria al hijo del generoso bienhechor, á quien debía yo cuanto poseía, incluso mi renombre de poeta, le- vanté al niño y le estreché contra mi pecho, y le dije: «¡Oh hijo de la más generosa de las criaturas de Alah! soy viejo y no tengo herederos. Ven con- migo ante el kadi, ¡oh hijo mio! pues quiero forma- lizar un acta adoptándote. Y así te dejaré todos mis bienes después de mi muerte.»
Pero el niño Barmakida me contestó, llorando: «Alah extienda sobre ti sus bendiciones, ¡oh hijo de hombres de bien! Pero no place á Alah que yo recobre, de una manera ó de otra, un solo óbolo de lo que mi padre El-Fadl te ha dado.»
Y fueron inútiles todas mis instancias y súpli- cas. Y no pude hacer que aceptara la menor prue- ba de mi agradecimiento á su padre. ¡Verdadera- mente, era de sangre pura aquel hijo de nobles Barmakidas! ¡Ojalá los retribuya Alah á todos con arreglo á sus méritos, que eran muy grandes!>>