aprovechándose al instante de la soledad en que habían dejado en aquella habitación donde iba á pe- netrar su primo, salió sin ruido con sus vestiduras de oro, y emprendió el vuelo hacia Jazmín el bien- aventurado. Y aquellos dos amantes benditos se cogieron de la mano, y más ligeros que el céfiro rosado, desaparecieron y se desvanecieron como el alcanfor.
Y desde entonces nadie pudo encontrar sus hue- llas, y nadie oyó hablar de ellos ni del lugar de su retiro. Porque, en la tierra, solamente algunos en- tre los hijos de los hombres son dignos de dicha, de seguir el camino que lleva à la dicha y de acer- carse á la casa en que se esconde la dicha.
Gloria por siempre y loores múltiples al Retri- buidor, Dueño de la alegría, de la inteligencia y de la dicha. ¡Amín!