le enviará á quien quiera. Pues, por mi parte, no pienso en reinar allá más, y no me moveré de aquí.>>
Al oir estas palabras, el rey Schahriar no tuvo lími- tes para su alegría, y contestó: «¡Eso es lo que yo anhe- laba! ¡Loado sea Alah, ¡oh hermano mío! que por fin nos ha reunido después de larga separación!>>
Y acto seguido se envió á buscar al kadí y á los testigos. Y se extendió el contrato de matrimonio del rey Schahzamán con Doniazada, la hermana de Schah- razada. Y así fué como se casaron los dos hermanos con las dos hermanas.
Y entonces fué cuando los regocijos y las ilumina- ciones llegaron á su apogeo, y durante cuarenta días y cuarenta noches toda la ciudad comió y bebió y se di- virtió á costa del tesoro.
En cuanto á los dos hermanos y á las dos hermanas, entraron en el hammam, y se bañaron con agua de ro- sas y con agua de flores y con agua de sauce aromático y con agua perfumada de almizcle, y se quemó á sus pies madera de aigle y de áloe.
Y Schahrazada peinó y trenzó los cabellos de su her- mana menor, y los roció de perlas. Luego le puso un traje de tela antigua, del tiempo de los Khosroes, bro- chada de oro rojo, y adornada, aparte del tejido, con bordados que representaban, en sus colores naturales, animales ebrios y aves desfallecidas. Y le puso al cuello un collar maravilloso. Y así, bajo los dedos de su her- mana, Doniazada quedó más hermosa que pudiera estar nunca la esposa de Iskandar el de los Dos Cuernos.
Así es que cuando los dos reyes salieron del ham- mam y se sentaron en sus tronos respectivos, el cortejo de la recién casada, compuesto de esposas de emires y dignatarios, se formó en dos filas inmóviles, una á la