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Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/34

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

deaba, y le dijo, pero de manera que nadie mas que él le oyese: «Bien venido seas, ¡oh jeique de los picaros afortunados y el más diestro de los trapaceros! ¿Qué es esto? Pero, por Alah, mereces todos los favores y todo el fausto que tienes, ¡oh amigo mío! ¡Ve contento y dilatate! ¡Y Alah aumente tus jugarretas y picardías!» Y Maruf se echó á reir de las palabras de su amigo, y se citó con él para el día siguiente.

Y á continuación Maruf llegó á palacio con el rey, y fué á sentarse gloriosamente en un trono erigido en el salón de audiencias. Y ordenó que empezaran por transportar al tesoro del rey las cajas llenas de oro, de joyas, de perlas y de pedrerías, llenando con ello los sacos de los armarios, y que le llevaran en seguida todo lo demás, así como los fardos que contenían las estofas preciosas y las sedas. Y se ejecutaron puntualmente sus órdenes. Y mandó abrir en su presencia las cajas y los fardos, uno tras otro, y se puso á distribuir á manos llenas, entre los grandes de palacio y sus esposas, las telas maravillosas, las perlas y las pedrerías, y á hacer muchas dádivas á los miembros del diván, á los mercaderes que conocía, á los pobres y á los pequeños. Y sin reparar en las objeciones del rey, que veía desaparecer como agua en criba aquellas cosas preciosas, no se levantó Maruf hasta que hubo repartido toda la carga de la caravana. Porque lo menos que daba era un puñado ó dos de oro, de esmeraldas, de perlas ó de rubies. Y los tiraba