PERO CUANDO LLEGÓ LA 970.a NOCHE
Ella dijo:
... Y el gaznate de Maruf era un jarro sin fondo. Y su estado se tornó en un estado lamentable. Y su lengua empezó á dar vueltas como las aspas de un molino. Y cuando ya no pudo distinguir su mano derecha de su mano izquierda, le dijo el rey, padre de su esposa: «La verdad es joh yerno nuestro! que nunca me has contado las aventuras de tu vida, que debe ser una vida maravillosa y extraordina- ria. Y me complacería mucho oirte narrar esta no- che sus peripecias asombrosas.» Y Maruf, que ya no tenía pies ni cabeza y hablaba á tontas y á lo- cas, se dejó llevar de su embriaguez, como todos los borrachos á quienes gusta que se les alabe, y contó al rey y al visir toda su historia, desde el principio hasta el fin, à partir del momento en que se casó, cuando era un pobre remendón de calzado, con la calamitosa de El Cairo, hasta el día en que encontró el tesoro y el anillo mágico en el campo del pobre felah. Pero no hay utilidad en repetirlo.
Y al relato de aquella historia, el rey y el visir, que estaban lejos de haberla imaginado tan estupe- faciente, se miraron mordiéndose las manos. Y el visir dijo á Maruf: «¡Oh mi señor! enséñanos un