que él conducía, y con voz tranquila entonó este canto:
¡Oh señora, camina al paso feliz de una mujer cuyo corazón nunca ha palpitado con temor y cuya grupa prominente se ha redondeado en la seguridad! ¡Y sé testigo de la acogida que a ese jinete va á hacer el Firacida, que jamás conoció la vergüenza de volver la espalda al enemigo! ¡He aquí una muestra de mis golpes!
Acto seguido, arremetió contra el jinete de Do- reid, le desmontó de una lanzada, y al punto le ten- dió muerto en el polvo. Después tomó el caballo sin dueño, y tras de ofrecérselo como homenaje á su dama, saltó á la silla al primer intento, y siguió caminando como antes, sin más prisa ni más emo- ción...
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
Ella dijo:
PERO CUANDO LLEGÓ LA 973. NOCHE
...sin más prisa ni más emoción.
En cuanto á Doreid, como no viera reaparecer