go muy querido, al que nunca rehusaba nada. Y como le pusiera al corriente de su singular aventura, aquel joven deseó con insistencia ser introducido de la propia manera ante la princesa Fátima y hacerse pasar por Murakisch en persona, merced á las tinieblas de la noche y á su semejanza de estatura y de modales con su amigo. Y Murakisch se dejó vencer por las instancias del joven, y prestó su consentimiento por juramento. Y llegada que fué la noche, el amigo se montó á espaldas de la joven, y fué introducido en el cuarto de la princesa.
Y en la oscuridad empezó lo que debía empezar. Pero al punto, à despecho de las tinieblas, la experta Fátima advirtió la sustitución, notando blandura donde antes había dureza, y tibieza donde antes había ardor abrasador, y pobreza donde antes había abundancia. Y levantándose en aquella hora y en aquel instante, rechazó al intruso con un desdeñoso puntapié y mandó que le recogiese su doncella, la cual le transportó afuera por el medio de transporte acostumbrado...
En este momento de su narración, Schahrazada
vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.