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CUENTOS ÁRABES.

cuanto apetecia, se acercó al jóven, y llamándole aparte, «Hijo mio,» le preguntó, «¿no se llamaba vuestro padre Mustafá el sastre?—Si señor,» respondió Aladino: «pero ya hace tiempo que murió.»

A estas palabras, el mago africano se arrojó al cuello de Aladino, besándole repetidas veces, arrasados los ojos de lágrimas y exhalando suspiros. Aladino, que advirtió sus sollozos, le preguntó por qué motivo lloraba, «¡Ah! hijo mio,» esclamó el mago africano, «¿cómo quieres que no llore? Soy tu tio, y tu padre era mi hermano. Hace muchos años que estoy viajando, y en el momento que llego con la esperanza de volverle á ver y causarle satisfaccion con mi vuelta, me informas de que ha muerto. Te aseguro que me es muy doloroso verme privado del consuelo que esperaba. Pero lo que mitiga en parte mi quebranto es que, segun allá recuerdo, rastreo sus facciones en tu rostro y veo que no me engañé encarándome contigo. «Luego preguntó á Aladino, echando mano á la bolsa, dónde vivia su madre, y cuando este hubo satisfecho á su pregunta, el mago africano le dió un puñado de monedas de cobre, diciéndole: «Hijo mio, vete en busca de tu madre, salúdala en nombre mio, y dile que mañana iré á verle, si el tiempo me lo permite, para tener el consuelo de ver el lugar en que mi buen hermano vivió tanto tiempo y terminó su existencia.»

Luego que el mago africano se desvió del sobrino que él mismo acababa de tomarse, Aladino corrió á casa, contentisimo del dinero que su tio le habia dado. «Madre mia,» dijo al llegar, «os ruego me digais si tengo un tio.—No, hijo mio,» le respondió la madre, «no tienes ningun tio por parte de tu padre ni por la mia.—Con todo,» repuso Aladino, «acabo de ver á un hombre que se apellida tio mio por parte de padre, puesto que era hermano suyo, segun me lo ha asegurado. Hasta se echó á llorar y me abrazó cuando le dije que mi padre habia muerto, y en prueba de la verdad de lo que os digo,» añadió enseñándole el dinero que traia, «he aquí lo que me ha dado. Tambien me encargó que os saludara de su parte y os dijera que mañana, si tiene lugar, vendrá á visitaros, para ver al mismo tiempo la casa en que mi padre vivió y ha muerto.»

—«Hijo mio,» replicó la madre, «es cierto que tu padre tenia un hermano; pero hace mucho tiempo que murió y nunca le oi decir que tuviese otro,»

Nada mas dijeron acerca del mago africano.

Al dia siguiente, el mago se acercó á Aladino por segunda vez, cuando estaba jugando con varios niños en otro paraje de la ciudad. Abrazóle como el dia anterior, y poniéndole en la mano dos monedas de oro, le dijo: «Hijo mio, lleva eso á tu madre: dile que iré á verla esta noche y que compre recado para que cenemos juntos. Pero antes enséñame en donde está la casa.» El muchacho se la enseñó y el mágo africano le dejó ir.

Aladino llevó las dos monedas de oro á su madre, y luego que le dijo la intencion de su tio, salió la buena mujer á hacer la compra de las provi-