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HISTORIA DEL PRÍNCIPE SEIF ALMULUK Y DE LA HIJA DEI. REY DE LOS JENIOS.

Había en otro tiempo en la capital de Egipto un rey que se llamaba Asem, hijo de Sawan; era justo, noble y generoso; poseía muchas tierras y castillos, y mandaba huestes aguerridas. Su visir se llamaba Fares, hijo de Salec; pero no conocían al Dios Todopoderoso, sino que adoraban á los astros. Este rey, que había alcanzado la edad proyecta de ciento y ochenta años, era, como se deja suponer, muy enfermizo y caduco, y no tenía prole , ni hijo ni hija, cosa que le aflijía en gran manera y lo traía desvelado día y noche. Ahora pues, cuéntese que cuando estaba sentado en su solio, rodeado, como de costumbre, de los visires, los grandes del reino y Mameluc0s, no bien entraba alguien seguido de sus hijos, se entristecía mas y mas pensando en que todos vivían complacidos y dichosos con sus hijos, al paso que él se veía privado de tan gran felicidad. «Cuando yo muera,» decía, «tendré que dejar a extraños mi reino, mi trono, mis caballos, mis esclavos y tesoros, y nadie se acordará de mi con cariño; aun mas, mi nombre pasará al olvido. » Estos tristes pensamientos se agolpaban en el ánimo del rey cuantas veces veía hombres acompañados de sus hijos. En tales ocasiones, no tenía bastante entereza para contener el llanto; así que bajaba del solio, se sentaba en el suelo y echaba á llorar amargamente. Cuando los visires y demás circunstantes veían tales extremos, no podían menos de aflijirse, temiendo que tanto dolor víníese a causarle la muerte. Entonces los grandes del reino y los Jau-