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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

esperas ser asiduo consejero! Yo creo que tú y el que contigo ha urdido esta trama expiaréis el crimen lloran do. Y si no pensara que eres viejo, el castigo te haría venir en conocimiento de la falta que has cometido.

Coro.—Parece, Edipo, que tus palabras y también las de éste han sido proferidas a impulsos de la cólera. Tal es mi opinión. Y no es eso lo que hace falta, sino averiguar cómo daremos mejor cumplimiento al oráculo del dios.

Tiresias.—Aunque tú seas rey, te contestaré lo mismo que si fuera tu igual, pues derecho tengo a ello. No soy esclavo tuyo, sino de Apolo; de modo que el patronato de Creonte para nada lo he menester. Y voy a hablar, porque me has injuriado llamándome ciego. Tú tienes muy buena vista y no ves el abismo de males en que estás sumido, ni conoces el palacio en que habitas, ni los seres con quienes vives. ¿Sabes, por ventura, de quién eres hijo? Tú no te das cuenta de que eres un ser odioso a todos los individuos de tu familia, tanto a los que han muerto como a los que viven; ni de que la maldición de tu padre y de tu madre, que en su horrible acometida te acosa ya por todas partes, te arrojará de esta tierra, donde si ahora ves luz, luego no verás más que tinieblas. ¿En qué lugar te refugiarás, donde no repercuta el eco de tus clamores? ¡Cómo retumbarán tus lamentos en el Citerón, cuando tengas conciencia del horrendo himeneo al cual nunca debías haber llega de si tu suerte hubiera sido feliz! Ahora no te das cuenta de la multitud de crimenes que te vendrán a igualar con tus propios hijos. Tal es la verdad; y ante ella, insulta a Creonte y también a mi; porqué entre los mortales maltratados por el destino no habrá otro más miserable que tú.

Edipo.—¿Tales injurias he de tolerar yo de este