Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/149

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
129
EDIPO, REY

do de dones, no me veré nunca deshonrado. De tal madre nací; y los meses que empezaron al nacer yo, son los que determinaron mi grandeza y mi abatimiento. Y siendo tal mi origen, no puede resultar que yo sea otro, hasta el punto de querer ignorar de quién procedo.

Coro.—Si yo soy adivino y tengo recto criterio, juro por el Olimpo inmenso, ¡oh Citerón!, que no llegará el nuevo plenilunio sin que a tí, como a padre de Edipo y como a nodriza y madre, te ensalce y te celebre en mis danzas, por los beneficios que dispensaste a nuestro rey. ¡Glorioso Apolo!, séante gratas mis súplicas. ¿Cuál a tí, ¡oh hijo!, cuál te parió, pues, de las dichosas ninfas, unida con el padre Pan, que va por los montes? ¿Acaso alguna desposada con Apolo? Pues a éste todas las planicies que frecuentan pastores le son queridas. ¿Será Mercurio o el dios Baco, que, habitando en las cimas de los montes, te recibiera como engendro de las ninfas de graciosos ojos, con las que él frecuentemente se solaza?

Edipo.—Si parece bien, joh ancianos!, que yo que nunca he tenido relación con ese hombre exponga mi opinión, creo ver al pastor que hace tiempo buscamos. Pues por su avanzada vejez le conviene cuanto se ha dicho de él; además de que reconozco como siervos mios a los que lo llevan. Pero tú que lo has conocido, mejor que yo podrás decirlo pronto al verlo delante de tí.

Coro.—Lo reconozco; bien lo has conocido. Ese hombre, como pastor, era uno de los más fieles de Layo.

Edipo.—A tí me dirijo primero, extranjero corintio. ¿Te referías a este hombre?

El Mensajero.—A ese mismo que estás viendo.

Edipo.—¡Ce!, tú, anciano; aquí, cara a cara, contéstame a todo lo que te pregunte ¿Fuiste tu de Layo?