Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/212

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
192
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

anuncian, sin faltar ninguna señal de las que prefijaron.

Teseo.—¿Cómo dices, ¡oh anciano!, que han aparecido esas señales?

Edipo.—Los muchos y continuados truenos, y los muchos centelleantes rayos de la invencible mano [me lo anuncian].

Teseo.—Me persuades, porque veo que has dado muchos vaticinios que no han resultado falsos. Di, pues, lo que se ha de hacer.

Edipo.—Yo te mostraré, hijo de Egeo, lo que exento de las injurias del tiempo habrá siempre en esta ciudad. Y yo mismo ahora, sin que me dirija ningún guia, te guiaré hasta el sitio en que yo debo morir. Y nunca digas a ningún hombre ni el lugar en que quede sepultado este [cuerpo mio], ni el paraje en que se halla, para que de este modo te proporcione siempre, en contra de tus vecinos, la fuerza que puedan darte muchos escuderos y tropa extranjera. Y esto, que es un secreto que no debe remover la palabra, tú por ti mismo lo vas a saber cuando llegues allí solo; porque ni puedo revelarlo a ninguno de los ciudadanos, ni a las hijas mías, a pesar de que las amo. Pero tú guárdalo siempre; y cuando llegues al término de la vida manifiestaselo a tu hijo mayor, y luego éste que se lo diga al que le suceda. De esta manera gobernarás la ciudad inmune de las devastaciones de los tebanos. La mayor parte de las ciudades, aun cuando uno las gobierne bien, fácilmente se insolentan; pero los dioses ven ciertamente, aun que sea tarde, al que despreciando las leyes divinas se entrega al furor; lo que tú, hijo de Egeo, debes procurar que nunca te suceda. Verdad es que estoy diciendo todo esto a quien ya lo sabe. Al sitio, pues —me apremia ya la seña enviada por el dios—, marchemos ya