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ANTÍGONA

los dioses patrios, no aguardáis a insultarme cuando me haya ido ya, y lo hacéis en mi presencia? ¡Oh ciudad! Oh ricos hombres de la ciudadi Oh dirceas fuentes y bosque sagrado de Tebas, la de hermosos carros! Os invoco para que todos a la vez atestigüeis cómg sin quie me lloren los amigos, y por qué leyes, me llevan bacia las rocas amontonadas en forma de túmulo de inaudita sepultara. Infortunada de mi, que estando entre los mortales no existo ya, y ni mo hallo entre los vivos ni entre los muertos!

Coro.—Por haber querido traspasar los limites del atrevimiento, chocaste, ¡oh hijal, en el altisimo trono de la Justicia, que es muy excelso. Algúrt delito de tu padre explas.

Antígona.—Llegaste a poner tu lengua en mis más dolorosos remordimientos: el infortunio de mi padre, que ha pesado sobre tres generaciones, y la fatalidad de toda nuestra familia, de los ilustres Labdácidas, ¡Oh fanesto lecho de mi madre, y. concubinato por ella ongondrado con mi mismo padre, hijo de tan desdichada madre, por los cuales yo infeliz fai concebida!, hacia vosotros, maldecida y soltera, vedme aqui que cami. nando yoy. Oh hermano, que tan infaustos honores alcanzastel, muerto tú, me mataste viva.

Coro.—Respetar a los muertos, os piedad; y el imperio, sea cualquiera en quien resida, nunca debe conculcarse. Tu independiente carácter te ha perdido.

Antígona.—Sin consuelos, sin amigos, sin himeneo, emprendo mi último vlaje. ¡Ya no me es permitido ver més esta sagrada luz del sol! ¡Infeliz de mi! Y mi muerte sin lágrimas, ningún amigo la llora.

Creonte.—¿Acaso no sabéis que de cantos y lloros antes de morir no hay ninguno que desistiera si le hu. bieran de ser útiles? Que os la llevéis en seguida; y una