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ANTÍGONA

maternidad; sino que, abandonada de los amigos y desdichada, me llevan viva a las cóncavas mansiones de los muertos. ¿Qué transgresión he cometido contra nin. guna ley divina? ¿Qué necesidad tengo, en mi desdicha, de elevar mi mirada hacia los dioses? ¿Para qué llamarlos en mi ayuda, si por haber obrado piadosamente me acusan de impiedad? Porque si esto merece la aprobación de los dioses, reconoceré que sufro por haber peçado; pero si son ellos los que pecan, no deseo que sufran otros males que los que me hacen sufrir injustamente.

Coro.—Aún la están dominando los impetus de les mismas pasiones. CEEONTE, Y en verdad que llorarán los que la llevan, por avanzar tan lentamente.

Antígona.—¡Ay de mi! Esa voz suena muy corca de mi muerte.

Creonte.—No te aconsejo que conftes en que estas órdenes han de quedar incumplidas.

Antígona.—¡Oh patria, ciudad de la tebana tierra, y dioses de mis abuelos! Ya me llevan;' nada espero. Mirad, principes de Tebas (a la princesa única que queda), lo que sufro y de que hombres, por haber practicado la piedad!

Coro.—También sufrió Danae cambiar la celestial luz por las tinieblas en mansión ceñida de bronce, y escondida en funerario tálamo está aprisionada. Y en verdad que por su nacimiento era ilustre, ¡oh niña, niñal, y guardaba en su seno los gérmenes de la lluvia de oro de Júpiter. Pero la fatalidad tiene una fuerza terrible: ni las riquezas, ni Marte, ni las torres, ni las negras naves que sufren el embate de las olas la pueden evitar. Fue encadenado también el irascible niño hijo de Driante y rey de los edones, quien, por su 'indole procaz, fue encerrado por Dioniso en pétrea cárcel; il