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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Lica.—Yo ciertamente lo he dejado lleno de fuerza, salud y robustez, sin que le aqueje ninguna enfermedad.

Deyanira.—¿En qué lugar? ¿En tierra patria o extranjera? Dimelo.

Lica.—En un promontorio de Eubea, donde ha erigido altares y deslindado la parte cuyos frutos consagra & Júpiter Ceneo.

Deyanira.—Es en cumplimiento de algún voto, o de algún oráculo?

Lica.—En complimiento del voto que hizo para cuando se apoderara con su lanza del pais, que ha de. vastado, de estas mujeres que ves ante tus ojos.

Deyanira.—Y éstas, por los dioses, quienes son y de qué pais? Muy dignas son de lástima, si es que en su infortunio no me engañan.

Lica.—Éstas son las que él escogió después de destruir la ciudad de Eurito: unas para su servicio, y otras para el de los dioses. DØYANIRA. —¿Y en el asedio de esta ciudad enapleo el, increible parece, todo el largo tiempo que ha estado ausente?

Lica.—No, sino que la mayor parte del tiempo lo ha pagado entre los lidios, según el mismo dice, no como hombre libre, sino en la esclavitud. Y por esto que te voy a contar, no debes, mujer, sentir menosprecio por él, pues de todo es Júpiter el culpable, Vendido él a Onfala, la bárbara, pasó un año entero, según el mis. mo dice; y tanto le irritó la injuria que con tal afrenta recibia, que juró contra si mismo si no se vengaba del autor de tal ultraje reduciéndolo a la esclavitud con su mujer y sus hijos. Y no fué vana su imprecación; porque apenas se hubo purificado, con un ejército que reclutó, marchó contra la ciudad de Eurito; pues éste