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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

oveja de casa, y la puse luego bien plegada y sin exponerla a la luz del sol, en cóncavo cofre, como babéis visto. Pero al entrar después en el aposento, se me ofrece a la vista un espectáculo incomprensible que la mente humana no puede explicarse. Pues la vedija de lana de que me servi para la untura y eché después casualmente a sitio donde'le daban los rayos del sol, a medida que se calentaba, se iba deshaciendo en pavesas invisibles que allt están en el suelo, semejantes por su forma a las particulas de Aserrin que ves desprenderse de la madera en el corte que hace la sierra. Eso es lo único que allí se ve; pero del sitio en que estaba se levantan burbujas espumosas semejantes a las que origina el sabrosa licor del fruto de la båquica viña cuando se vierte en el suelo. De modo que, ipobre de mi!, no sé qué pensar. Veo que he perpetrado un hecho horrible. Pues cómo y por qué el centauro, al morir, me tenía que demostrar benevolencia, si yo era la causante de Bu muerte? No es posible; sino que deseando matar al que le habia herido, me engañó. Engaño del que yo, demasiado tarde, y cuando ya no hay remedio, me doy cuenta. De modo que yo sola, si no son vanas mis conjeturas, yo, infortunada, seré la que le mate. Pues se que la flecha que hirió a Quirón, aunque era dios; le afligió dolorosamente; y que mata a todas las bestias a quienes alcanza. Y el veneno de esta flecha que se tiño de negra sangre al atravesar la llaga mortal del monstruo, como no matará a éste? Tal es mi creencia. Pero ya lo tengo decidido: si él perece, junto con él moriré yo; porque vivir con mala fama es intolerable para la rnujer que se precia de bien nacida.

Coro.—Temblar ante los hechos extraordinarios, es inevitable; pero la esperanza no hay que perderla antes de ver el resultado de ellos.