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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

La Nodriza.—Demasiado, en verdad. Y más aún si, habiéndote hallado cerca, hubiegex visto lo que hizo, ciertamente que la compadecerias..

Coro.—Y eso, tuvo valor para hacerlo una mano de mujer?

La Nodriza.—Del modo más horrible; y vas a saberlo para que convengas conmigo; porque cuando entró en palacio sola y vịó en la sala a su hijo que tendia cóncavo lecho para volver de nuevo al encuentro de su padre, se encerró donde nadie la viera, y prostornada ante los altares, lloraba amargamente cómo iba & quedar viuda; pues rompia en llanto la infeliz al tocar cualquiera de los objetos de que se servia antes. Y rodando por todas las habitaciones de palacio, si se encon. traba con alguno de sus queridos criados, lloraba la desdichada al verle, lamentándose de su propia suerte y de su estéril vida on lo porvenir. Y cuando cesó de llorar, vi que se abalanzó de repente hacia el lecho de Hércules. Yo observaba escondida y sin que ella me viese. Y veo que la mujer tendía las mantas sobre los colchones de la cama de Hércules, y que, cuando hubo terminado esto, saltó encima, se sentó en medio del lecho, y rompiendo en ferviente fuente de lágrimas, dijo: «¡Oh lecho mio y tálamo nupcial!, adiós pára siempre, que ya no me recibiréis en vuestro seno como esposa.» En diciendo esto, con diligente mano se desató el propio manto por donde la aurea hebilla lo sujeta ante los pechos, y dejó al desnudo todo el costado y brazo izquiordos. Yo me fui corriendo cuanto podia a anunciar a su hijo lo que ella maquinaba; y mientras allá llegué, y cuando volvimos corriendo los dos, vimos que con espada de dos filos se habia herido en el costado por debajo del higado y del diafragma. El hijo, al verla, rompió en llanto; pues conoció el desgraciado