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LAS TRAQUINIAS

que ella habia perpetrado tal hecho en un arrebato de ira; pues, aunque tarde, había sido informado por los criados de que, obedeciendo los consejos del centauro, habis hecho aquello. Y entonces el infortunado muchacho no solo prorrumpió en los más dolorosos lamentos, lorando sobre ella y comiéndosela a besos, sino que, tendiéndose a su lado costado con costado, se lamento amargamente de que sin razón habia echado sobre ella la culpa de aquel crimen, y llorando el que a un tiempo iba a quedar privado para toda su vida de los dos: de su padre y de su madre. Esto es lo que alli ha sucedido; de modo que si alguien se bace la cuenta de vivir dos o más dias, necio-0s; porque no existe el mañana antes de haber pasado bien el día de hoy.

Coro.—Cuál de las dos desgracias haya de llorar primero, cual sea la más lamentable, no acierto a dis- tinguirlo, infeliz de mi. La una la tenemos a la vista, en palacio; la otra la esperamos con inquietud. Lo mismo viene a ser tenerla que esperarla. Ojalá se levantara raudo'y favorable viento en la casa, que me trasladara de estos sitios para no morir de espanto, al punto que vea al ilustre hijo de Júpiter; porque oprimido de incurables dolores dicen que viene hacia palacio: jhorrendo espectáculo! Y de cerca, en verdad, no de lejos, lo estaba llorando yo, como canoro ruiseñor; porque ya keo squí un extraño cortejo de extranjeros. ¿Cómo lo traen? ¡Con cuánto cuidado por el amigo avanzan lenta y silenciosamento! ¡Ayayi Lo traen como si no tuviera habla. ¿Qué he de pensar? ¿Estará muerto dormido?

Hil-lo.—¡Ay de mi, padre, que me quedo sin ti! ¡Ay de mi, qué desdichado soy sin ti! ¿Qué he de hacer? ¿Qué he de pensar? ¡Ay de mi!

Un Anciano.—Calla, hijo, no excites el cruel dolor?