Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/296

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
276
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

ción de tu parricida madre, como si yo tuviera que ese cucharte?

Hil-lo.—La cosa está de manera que yo no debo callarla.

Hércules.—En verdad que no, por las faltas que antes cometió.

Hil-lo.—Ni tampoco por las que ha cometido abora, debes añadir.

Hércules.—Habla; pero ten cuidado de no mostrarte como mal hijo.

Hil-lo.—Digo que ha muerto, hace poco herida.

Hércules.—¿Por quién? Me anuncias un prodigio en medio de mi desgracia.

Hil-lo.—Ella se hirió por sí misma; no por ningún otro.

Hércules.—¡Ay de mi! Antes de morir a mis manos, como debia de ser!

Hil-lo.—Y tu furor se aplacaria si lo supieras todo.

Hércules.—Con hábil discurso empiezas; pero habla según tu parecer.

Hil-lo.—En una palabra: pecó queriendo hacer bien.

Hércules.—į Bien, malvado, matando a tu padre deseaba hacer?

Hil-lo.—Se equivocó, creyendo ganarte con un filtro amoroso, cuando vió en casa a la nueva desposada.

Hércules.—¿Y quién es ese tan gran encantador entre los traquinios?

Hil-lo.—Neso, el centauro, le dijo hace tiempo que con tal filtro te encendería en amor.

Hércules.—: -¡Huy, buy! ¡Desdichado, me muero, infeliz de mil Estoy perdido, perezco, ya se acaba mi vida, ¡Ay de mi! Ya comprendo la desgracia en que me hallo. Anda, ¡oh hijo!, que ya te quedas sin padre. Le ma a todos mis hijos y hermanos tuyos; llama a la in.