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LAS TRAQUINIAS

fortunada Alcumena, que inútilmente se llama concubina de Júpiter, para que olgáis la última predicción que de mi han dado los oráculos, tal como yo la sė.

Hil-lo.—. Pero tu madre no está aqui, sino en la ribereña Tirinto, donde tiene su residencia; y de tus hijos, unos los tiene ella para criarlos, y los otros has de saber que habitan en la ciudad de Tebas. Pero yo que aqui estoy, si es preciso hacer algo, lo haré en seguida que lo oiga, padre.

Hércules.—Escucha, pues, el asunto, que ya hus llegado a tiempo de demostrar que tal eres que no en vano te llamas mi hijo. A mi me fué anunciado por mi padre, hace ya tiempo, que no me mataria ningún hombre viviente; pero si quien, muerto ya; fuese habitante del infierno; por lo tanto, éste es el fiero centauro, según la predicción divina; asi, a mi vivo, mo ha matado él después de muerto. Te manifestare además, porque convienen con esto, otros recientes oráculos que son confirmación de los antiguos, y los cuales yo, al entrar en el bosque de los montañeses, selos (1) que duermen en el suelo, escribi en mis tablitas, tomándolos de la paterna y poliglota encina, la cual me dijo que en el tiempo de mi vida en que ahora me hallo, llegaria la solución de los trabajos que sobre mi pesaban. Creia yo que en adelante viviria ya sin penas; pero ello no significaba otra cosa sino que habia de morir, pues para los muertos ningún trabajo existe. Cuando esto se ve, pues, tan claramente, es preciso, bijo, que vengas en ayuda de tu padre, y no toleres que mi lengua se exacerbe; sino que ayudame de buen grado, teniendo por suprema norma el obedecer a tu padre. (1) Seloa, sacerdotes de Júpiter en Dodona, o antiguos habi. tentes de Dodona, I