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FILOCTETES

Ulises.—Porque temo que no te crea; y a la fuerza, no podrás llevarlo.

Neoptólemo.—¿Tan temible es la confianza que en su fuerza tiene?

Ulises.—Tiene flechas certeras que ante sí llevan la muerte.

Neoptólemo.—Luego con él, ni siquiera riñendo hay confianza de triunfo?

Ulises.—No, si no lo coges con engaño, como te he dicho.

Neoptólemo.—¿No crees vergonzoso el decir mentiras?

Ulises.—No, si la mentira nos lleva la salvación.

Neoptólemo.—¿Cómo un hombre sensato se atreverá a decir eso?

Ulises.—Siempre que obres en provecho propio, no debes vacilar.

Neoptólemo.—Y para mí, qué provecho hay en que éste venga a Troya?

Ulises.—Sus flechas son las únicas que pueden tomar a Troya.

Neoptólemo.—Pues quien la ha de destruir, según se dijo, ¿no soy yo?

Ulises.—Ni puedes tú sin ellas, ni ellas sin tí.

Neoptólemo.—Pues nos hemos de apoderar de ellas, si así es.

Ulises.—Como que haciendo eso te llevarás dos premios.

Neoptólemo.—¿Cuáles? Dimelo, que no me negaré a hacerlo.

Ulises.—Sagaz y valiente serás llamado a la vez.

Neoptólemo.—Vaya, lo haré, sacudiéndome toda la vergüenza.