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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

mero, si pregantarte por lo que has sufrido o llorar por aquél.

Neoptólemo.—Creo que te bastan tus padecimientos, ¡oh infeliz!, para que no tengas que llorar los del prójimo.

Filoctetes.—Muy bien has dicho. Sin embargo, empleza de nuevo a contarne tus cosas y el modo como te injuriaron.

Neoptólemo.—Vinieron por mi, con una nave muy pintorreada, el divino Ulises y el ayo de mi padre, diciendo, fuera verdad o mentira, que el hado no permitia, una vez muerto mi padre, que otro sino yo conquistara la ciudadela troyana. Esto, ¡oh extranjero!, que asi me dijeron, no me dejó perder tiempo, sino que hizo que me embarcara en seguida, principalmente por mi deseo de ver al difunto antes de que lo sepultaran - porque nunca 10 había visto, y también por la razón especiosa que concurria de que yo debía ser quien, al llegar, tomara la ciudadela de Troya, Fuó al segundo dia de mi navegación cuando abordé en el promontorio Sigeo, después de feliz travesia. En seguida que desembarqué me rodeó todo el ejército y me saludó, jurando que en mi volvían a ver al que ya no vivia: a Aquiles. Éste aun yacia insepulto. Yo, jinfeliz!, después que lo lloré, me presente sin perder tiempo a los atridas, mis amigos, y les pedi, como era natural, las armas de mi padre y todo lo demás que hubiese dejado. Pero ellos, jay!, me dieron una contestación que sólo con gran paciencia podla tolerarse: «¡Oh hijo de Aquilesi, puedes tomar todo lo que fue de tu padre menos las armas, que de éstas otro guerrero es dueño ya, el hijo de Laertes.» Yo que tal oi, me levanté en segain da preso de furiosa colera, y lleno indignación, les dije: «¡Ah miserables! ¿Es que os habéis atrevido, en