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FILOCTETES

palabras te explicaré la causa de todo esto; la guerra por si misma no mata a ningún cobarde, sino a los vallentes.

Filoctetes.—Estoy conforme contigo; y por eso mismo voy a preguntárte por un guerrero indigno, pero terrible por su lengua, y hábil. Qué es de él abora?

Neoptólemo.—¿Pero quién puede ser ese por quien me preguntas sino Ulises?

Filoctetes.—No me refiero a ese, sino que habia un tal Tersites que nunca queri& hablar sino de lo que se le prohibia. Ese, dabes si está vivo?

Neoptólemo.—No lo he visto, pero sé que vive aun.

Filoctetes.—Asi habia de ser, porque ningún co: barde ha muerto; que bien cuidan de ellos los dioses, que en cierto modo se complacen en apartar del in. fiorno a los facinerosos y trampistas, mientras hacia el arrastran a los justos y honrados. ¿Qué ha de pensar uno de esto, cómo lo ha de aplaudir, si queriendo alabar las obras divinas encuentra inicuos a los dioses?

Neoptólemo.—Yo, en verdad, ¡oh hijo de padre eteol, de hoy en adelante, mirando de lejos a Troya y a los atridas, me guardaré de ellos. Donde el infame puede más que el hombre de bien, y se menosprecian las buenas acciones y triunfa el cobarde, a los hombres que eso toleren yo no puedo apreciar jamás. Así que la pedregosa Esciro ne bastará en adelante para que viva feliz en mi patria. Ahora me voy hacia la nave; y tú, hijo de Peante, que lo pases muy bien; salud. Que los dioses te libren de la enfermedad, como tú lo deseas. Nosotros vayámonos, para que punto en que un dios nos permita navegar salgamos en seguida.

Filoctetes.—Ya, hijo, os vais?

Neoptólemo.—Si; que la ocasión para navegar pide que no se la observe de lejos, sino de cerca.