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FILOCTETES

El Mercader.—Ése y el hijo de Tideo salieron en busca de otro guerrero cuando yo emprendi la vuelta.

Neoptólemo.—¿Cuál es ese en cuya basca navega el mismo Ulises?

El Mercader.—Habin uuo...; pero antes dime quién és éste, y al contestarme no hables alto.

Neoptólemo.—Este que ves es el ilustre Filoctetes, ¡oh extranjero!

El Mercader.—No me preguntes, pues, más; sino cuanto antes hazte a la vela huyendo de esta tierra.

Filoctetes.—Qué dice, hijo? ¿Es que furtivamente me traiciona con lo que te dice ese mercader?

Neoptólemo.—No sé lo que dice. Es preciso que diga en voz alta lo que tenga que decir, ante ti, ante. mi y ante éstos.

El Mercader.—7¡Oh hijo de Aquiles! No me denuncies ante los jefes del ejército si te digo lo que no debia; pues de ellos recibo yo muchos beneficios a cambio de los servicios que, como pobre, les presto.

Neoptólemo.—Yo soy enemigo de los atridas. Y éste es mi mayor amigo porque a los atridas odia. Es preci80, pues, que tú, que llegas aquí como amigo mio, no nos ocultes ninguna de las noticias que hayas oido.

El Mercader.—Mira lo que haces, niño.

Neoptólemo.—Lo tengo visto tiempo ha.

El Mercader.—Te haré responsable de ello.

Neoptólemo.—Hazme, pero habla.

El Mercader.—Pues voy a hablar: en busca de este hombre vienen navegando esos dos que has oldo, o sea, el hijo de Tideo y el contumaz Ulises; y han jurado que se lo llevarán, o persuadiéndole con razones, o violentamente a la fuerza. Y esto lo oyeron todos los aqueos de boca de Ulisos, que lo decia publicamente;