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FILOCTETES

porque se acercaba al lecho de Júpiter, le echo encima volante rueda el potente hijo de Cronos. Pero de ningún otro mortal he sabido yo, ni por haberlo oido ni haberlo visto, que hay& caldo en fætalidad peor que la de éste. el cual, sin cometer mal ni omitir el bien, sino siendo varón justo entre los justos, perece tan ignominiosamente. Esto, en efecto, me llena de admiración. ¿Cómo es posible, como, que oyendo aqui solitario el rumor de las olas que se rompen en la orilla, haya podido soportar tan deplorable vida? Aqui se hallaba solitario, sin poder andar, sin tener ningún vecino que en su dolencia le asistiese y a quien pudiese comunicar el dolor de la cruel herida que le devoraba y los lamientos que el eco le devolvia, Ni quien la ardiente sangre que le brotaba de la llaga del irritado pie le restañara con suaves hierbas que otro se ofreciese a arrancar de la fecunda tierra. Así, pues, como el niño separado de la nodriza, se arrastraba rodando por aqui y por alle, por donde se le presentaba facilidad de pasar cuando se le mitigaba el dolor que le consumia; y sin tener para alimentarse ni legumbres de la sagrada tierra, ni de lo demás de que nos alimentamos los hombres por nuestra Industria, sino sólo la caza que para llenar el vientre pudiera proporcionarse con las voladoras saetas de su arco, que rápidas las lanza. ¡Oh triste vida, que durante diez años no ha gustado la bebida del escanciado vino y, ha ido siempre en busca del agua embalsada por donde conjeturaba que pudiese haberla! Mas ahora, que se ha encontrado con un hijo de valiente padre, saldrá de aquellas desgracias afortunado y famoso. Porque éste en su barca, que atraviesa el mar, le conducirá, después de tantos meses, a la patria mansión de las ninfas meliadas, junto a la orilla del Esperquio, de donde el guerrero de broncineo escudo se elevó a la