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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

lencio como lo vas a hacer. Ya sabes a lo que me refiero; si tal opinión tienes de estas cosas, dificilisimos son estos trances para que en ellos, provean los hombres de bien. Viento favorable, hijo, viento favorable hace, y ese hombre con los ojos cerrados y sin tener de que valerse, está sumido en profundo sopor - amodorrido sueño que nos es favorable -, sin tener dominio sobre sus manos ni pies, ni sentidos, sino que parece un muerto. Mira, pues, si darás las oportunas Ordenes; que a lo que se alcanza a mi mente, hijo, la empresa que se lleva a cabo sin miedo es la mejor.

Neoptólemo.—Te ordeno callar y que tu mente no desvarie; pues este hombre mueve los ojos y levanta la cabeza.

Filoctetes.—¡Oh descanso, sucesor del sueño, y auxilio que ya no esperaba yo de estos huéspedes! Nunca jamás, ¡oh hijo!, hubiera creido yo que aguantaras tan compasivamente nis dolencias, asistiéndome y auxiliándome. Nunca los atridas, esos valientes generalos, aguantaron esto quc tan fácil es de soportar. Pero la nobloza de tu carácter, ¡oh hijo de nobles padres!, soportó todo esto fácilmente, aunque te molestaran mis gritos y el infecto olor de mi herida. Y ahora que parece que algún alivio y descanso me deja el mal, levántame tú mismo, hijo; ponme de pie para que, apenas se me pase la fatiga, nos vayamos a la nave y no retardernos la navegación.

Neoptólemo.—Pues me regocijo de verte, contra lo que osperaba, libre de dolor y disfrutando de la luz y de la vida; porque los sintomas del accidente que te acaba de dar parecian de un hombre ya cadáver. Leväntato, pucs; y si lo prefieres te llevarán éstos, que no rehusarán tal servicio si a ti y a mi nos parece bien que lo desempeñen.