Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/338

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
318
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

ses. Y tal vez, entretanto, tome éste mejor resolución para nosotros. Nos vamos, pues, nosotros dos y yog otros, cuando os llamemos, venid corriendo.

Filoctetes.—¡Oh antro de cóncava piedra, caliente y frio! ¡Cómo se ve que no debia yo, pobre de mi, dejarte jamás, sino que has de ser testigo de mi muerte! ¡Ay de mi, de mi! ¡Oh antro que tan lleno estás de los gemidos de este infeliz! ¿Qué será en adelante de mi alimento cotidiano? Qué esperanza me queda, si estoy inútil, de alcanzar el sustento de mi vida? ¡Ojalá por el aire me arrebataran las arpias con rápido viento, pues nada valgo!

Coro.—Tú ciertamente, tủ ciertamente lo has querido asi, ¡oh muy infortunado!; no te viene esta desgracia de otro que tenga más poder; pues cuando podias pensarlo, escogiste la peor suerte en vez de la mejor.

Filoctetes.—¡Oh! Desventurado, desventurado soy y maltratado por el dolor; pues ya desde hoy en adelante, sin que hombre alguno viva conmigo, pobre de mi, moriré, jayay, ayay!, sin poderme procurar alimento, ni poder lanzar las voladoras flechas de mi arco con mis potentes inanog. Me engañaron las palabras obscuras y fraudulentas de pérfido corazón. ¡Ojalá viera al que ha maquinado esto, sufriendo mi misma pena el tiempo que yo la sufro!

Coro.—La suerte, la suerte que te han deparado los dioses te tiene asi, no engaño tramado por mi. Guarda esa terrible e infausta maldición para otros, puesto que yo tengo interés en que no rechaces mi Amistad.

Filoctetes.—26. -¡Ay de mil, que tal vez sentado en la orilla del blanco mar se está riendo de mi, blaadiendo eni su mano el arco que me alimentaba, pobre de mi, y que nadio jamás mancjó. ¡Oh arco querido, oh arco