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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Mensajero.— ¡Ay, ay! Tarde me envió quien me dió este mensaje, o vine yo lentamente.

Coro.— ¿Y en qué podemos remediar la falta de tu tardanza?

Mensajero.— Mandó Teucro que detuviéramos al hombre dentro de la tienda, y no le dejáramos salir antes de que él viniese.

Coro.— Pues se ha marchado, decidido por la mejor determinación que podía tomar, reconciliado ya con los dioses y libre de su locura.

Mensajero.— Palabras necias son ésas, si Calcas ha dado su profecía en todo su cabal juicio.

Coro.— ¿Cuál? ¿Qué sabes tú acerca de eso?

Mensajero.— Bastante sé; que pasó todo en mi presencia. De la reunión en que estaban constituidos los supremos jefes del ejército, se levantó Calcas sólo sin que le acompañara ningún atrida; y trabando su diestra amablemente con la de Teucro, le dijo y recomendó que por todos los medios posibles se retuviese, durante el dia que nos está alumbrando, a Áyax dentro de la tienda, sin dejarle salir, si es que deseaba verle con vida. Pues sólo durante el dia de hoy le impulsará la cólera de la diosa Minerva, según el vaticinio que nos ha revelado. Porque los hombres más soberbios y orgullosos son dejados de la mano de los dioses en castigo de sus graves pecados, ha dicho el adivino, y que sucede esto a todo aquel que teniendo naturaleza humana no piensa como conviene que piense el hombre; pues Áyax, desde el momento en que se disponia a salir de su patria, perdió el buen sentido a pesar de los sabios consejos de su padre, el cual le amonestó diciendo: «Hijo mio, con tu lanza has de procurar vencer; pero siempre con el favor de los dioses. » A lo que necia y soberbiamente respondió él; « Padre, con el favor de los