Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/94

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
74
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

rir luego ignominiosamente. Y no es el morir lo que más espanta, sino el que, cuando uno quiera morir, no pueda alcanzar la muerte. Insisto, pues, en que antes de que toda nuestra raza y también nosotras perezcamos afrentosamente, reprimas tu ira. Lo que me acabas de decir lo guardaré en secreto como si no lo hubieras dicho ni imaginado; y aprende a ser prudente, si no ahora, con el tiempo, ya que no puedes de ningún modo ceder ante los más fuertes.

Coro.—Obedece; que de nada puede el hombre sacar mejor provecho que de la prudencia y de un sabio consejo.

Electra.—Prevista tenia tu contestación; bien sabía que habías de desaprobar lo que te propusiera; pero yo sola, con mi propia mano, he de llevar al cabo esta obra; no la dejaré sin cumplimiento.

Crisótemis.—¡Ay! Ojalá hubieras tenido tal resolución cuando mataron al padre; que entonces todo lo habrías realizado.

Electra.—Pues la tenía por instinto; pero mi experiencia no era tanta como ahora.

Crisótemis.—Si tal eres, procura conservar siempre tu carácter.

Electra.—Como que no piensas ayudarme, me aconsejas eso.

Crisótemis.—Natural es que quien mal medita una cosa, mal la lleve al cabo.

Electra.—Te envidio por tu sensatez, mas te odio por tu cobardía.

Crisótemis.—Yo aguantaré lo que me digas hasta que me alabes.

Electra.—Pues jamás de mí recibirás alabanzas.

Crisótemis.—Largo tiempo queda para decidir de esto.