Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/99

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
79
ELECTRA

me, pues, en este mismo vaso, para que, unida quien nada es con quien ya no existe, viva contigo en adelante en los infiernos. Y puesto que mientras vivías en el mundo era una misma nuestra suerte, deseo ahora morir para participar de tu sepultura; pues los muertos, según veo, ningún sufrimiento tienen.

Coro.—De padre mortal naciste, Electra; medita, pues; mortal era Orestes; por lo tanto, consuélate. A todos nos espera la misma suerte.

Orestes.—¡Huy, huy! ¿Hablaré? ¡En qué situación me he metido! No puedo ya contener mi lengua.

Electra.—¿Qué? ¿Tienes pena? ¿Por qué dices eso?

Orestes.—¿Acaso esta hermosa figura es la de Electra?

Electra.—La misma soy, pero muy digna de lástima.

Orestes.—Y sin duda desdichada por esta desgracia.

Electra.—¿Es que te compadeces de mi desdicha, extranjero?

Orestes.—¡Oh hermosura, impía e inicuamente ajada!

Electra.—Sin duda que por mí, no por otra, dices estas palabras de compasión, extranjero.

Orestes.—¡Ay de tu vida desdichada y sin marido!

Electra.—¿Por qué motivo, extranjero, me miras tanto y te compadeces?

Orestes.—Porque no sabía ninguna de mis desgracias.

Electra.—¿Qué te he dicho yo para que infieras eso?

Orestes.—Me basta verte sumida en tanta aflicción.

Electra.—Pues en verdad que ves muy poco de mi desgracia.

Orestes.—¿Y cómo es posible ver mayor desgracia que la que veo?