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Recorrió la habitación severamente con su mirada, como el que despierta de una pesadilla y se encuentra en un lugar desconocido.

—¿Qué es esto? ¡Qué insensatez! ¡Qué pesadilla!

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Pero la música seguía sonando. Y Luba se guía siempre en la misma posición, los brazos al rededor del cuello, llena de una felicidad desconocida, inaudita. Pero esto era la realidad y no un sueño.

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—Entonces, ¡qué! ¿Es verdad todo esto?

—Sí, querido. Ahora estamos unidos para siempre.

Entonces ¿todo esto es verdad? Aquellas faldas colgadas en la pared, aquel lecho sobre el cual millares de hombres gozaron delirios sexuales, aquel olor a pecado que llenaba toda la habitación, aquella música y aquel chocar de espuelas, finalmente, aquella mujer de rostro esmirriado y de sonrisa de bestia feliz... ¡Todo aquello era la verdad!

Cogió entre sus manos su cabeza pesada, y mirando alrededor como un lobo perseguido por los perros, pensaba: «¡Sí, hela aquí la verdad! Ni mañana ni pasado mañana saldré de aquí, y todo el mundo sabrá por qué me he quedado aquí con una prostituta pecando y bebiendo. Se me va a calificar de cobarde, de traidor, de canalla. Algunos comprenderán quizá y me defenderán... No, vale más no esperar. Lo mejor es no esperar ya nada. Esto se acabó. ¡Vivan las tinieblas! ¿Y después?