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—Bien, vete puesto que quieres irte... Vete a donde los buenos, a donde los puros... En cuanto a mí...

...Y entonces, en este último minuto, cuando no tenía mas que abrir la puerta para volver a encontrar a sus camaradas, cometió algo incomprensible y absurdo que lo perdió. ¿Era la locura que se apodera a veces de repente de los espíritus más robustos y serenos? ¿O quizá había descubierto verdaderamente en aquella mancebía, bajo la impresión de aquella música desordenada y de los ojos de aquella prostituta, la verdadera, la terrible verdad de la vida, incomprensible para todos los demás? Adoptó aquella verdad sin vacilaciones, como si fuera algo inexorable.

Se pasó la mano lentamente por los cortos cabellos, y sin volver siquiera a cerrar la puerta retrocedió y se sentó sobre la cama.

—¿Qué pasa? ¿Has olvidado algo?—preguntó sorprendida Luba, que de ningún modo esperaba que volviera.

—No.

—Entonces ¿por qué no te vas?

Y él, tranquilo como una piedra en la que la vida acabara de esculpir un nuevo mandamiento terrible, respondió:

—No quiero ser puro.

Ella no se atrevía a creer, y al mismo tiempo es taba asustada por la realización de lo que había deseado tan ardientemente. Se arrodilló ante él. Y con la sonrisa de un hombre que ha encontrado