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Al fragor que las ondas desata,
Al rugir del pampero cruél:
 Aumenté su raudal con mi llanto,
Suspiré con su brisa fragante;—
Trovador ¡oh mi Diosa! constante,
Otro amor no cante que tu amor.
 ¿No eres tú la belleza soñada,
Cuando envuelta entre fajas azules,
Te coronas con cándidos tules
Sube el trono esplendente del sol?
 Era Mayo —y en rápida rima,
Encendí la virtud en las almas,
Y batiendo anheloso las palmas
La bravura naciente alenté:
 Y fundiendo en crisoles los bronces,
Y trocando el acero en puñales,
Preparé los guerreros anales
Y las cumbres del Andes mostró.
 Oh! que dias aquellos tan bellos!
Perdonad mi jactancia, Señora;
Es la lira la que habla y que llora
En los labios del viejo cantor.
 Si tornase la aurora de Mayo,
Si la antigua virtud renaciera,
En mis fibras sonores hiciera

Revivir mi entusiasta cancion.




MORENO.



 Adolorido, inquieto el pensamiento,
Mas siempre esclavo de la fé primera,
He visto conmoverse en su cimiento
La creacion de juvenil quimira;
He visto la virtud falta de alien
Al resplandor de encarnizada hoguera;
Y si he llorado el mal, acariciando
La esperanza del bien, dormí esperando.
 ¿No era, de Dios interpretar las leyes,
No era, del hombre rescatar las almas,
El arrancar los cetros a los reyes
Y dar al pueblo soberano, palmas?

Al ocio dado y á los vicios crueles,