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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

Queriendo perseguir todavia más el lujo y extirpar el ánsia por la riqueza, añadió otro tercer establecimiento, que fué el arreglo de los banquetes, baciendo que todos se reuniesen á comer juntos los manjares y guisos señalados, y nada comiesen en casa, ni tuviesen paños y mesas de gran precio, ó pendiesen de cortantes y cocineros, engordando en tinicblas como los animales insaciables, y echando á perder con las costumbres los cuorpos, incitados á inmoderados deseos y á la hartura, con necesidad de sueños largos, de baños calientes, de mucho reposo, y de estar como en continua enfermedad. Cosa era esta admirada; pero más admirable todavía haber hecho indiferente y pobro la riqueza, como dice Teofrasto, con los banquetes comunes y con la sobriedad en la comida; porque ni tenía uso, ni empleo, ni vista ú ostentacion un magnífico menaje, concurriendo al mismo banquete el pobre que el rico; siendo ciertisimo aquel dicho vulgar, que de cuantas ciudades hay debajo del sol, sólo en Esparta se conserva Pluto ciego, y como una pintura se eslá quieto sin alma y sin movimiento. Ni comiendo en su casa les era dado ir despues hartos á la mesa comun, porque los demas observaban con cuidado al que no comia ó bebia con ellos, y le tachaban de gloton y delicado que desdeñaba el público banquete.

Por lo mismo se dice haber sido esta la institucion que mayor oposicion encontró en los rieos, los cuales, sublevados contra él, gritando se reunieron en gran número, y por fin le acometieron á pedradas hasta obligarle á reti- • rarse de la plaza corriendo. Y de los demas pudo escaparse y refugiarse al templo; pero un jóven demasiado pronto é iracundo, aunque de buena indole en lo demas, llamado Alcandro, le acosaba y perseguia, y al volverse hácia él, éste le birió con una vara que llevaba, y le sacó un ojo.

No se alteró Licurgo con tanto daño como habia recibido, sólo se paró de frente, y mostró á los ciudadanos el rostro