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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

no querer ni áun saber vivir solos, sino á andar como las abejas, que siempre están en comunidad, siempre juntos alrededor de su caudillo, casi fuera de si por ei entusiasmo y ambicion de parecer consagrados del todo á la patria; pudiendo verse esta idea áun en algunas de sus expresiones. Porque Pedareto, no habiendo sido elegido entre los trescientos, iba muy ufano, como regocijándose de que la ciudad tuviese trescientos que le aventajasen. Pisistratidas, babiendo sido enviado de embajador con otros á los generales dei rey de Persia, como éstos preguntasen si venian como particulares, ó si eran enviados, «si negociamos bien, respondió, somos embajadorea públicos; si no, venimos por nosotros mismos.» Argileonis, madre de Brasidas, viendo entrar en su casa á unos ciudadanos de Anipolis que habian hecho viaje á Lacedemonia, les preguntó si Brasidas habia muerto con honor y de un modo digno de Esparta; y celebrándole éstos á su hijo, y diciendo que otro igual no le tenfa Esparta, «no digais eso, huéspedes, les repuso: Brasidas era bueno y honrado; pero Lacedemonia liene otros muehos varones más excelentes que él.»

Al principio nombró él mismo á los senadores, como hemos dicho, de entre los que eran del Consejo; pero luego en lugar del que moria estableció que se eligiese el que fuese reputado por más virtuoso entre los que pasaban de sesenta años. Contienda era esta, sin duda, la más grande y más digna de disputarse de cuantas pueden ocurrir entre los hombres; porque no se trataba de elegir entre los ágiles el más ágil, entre los fuertes el más fuerte, sino de que el que fuese reputado por más virtuoso y prudente entre los prudentes y virtuosos tuviese para toda la vida por premio de la virtud un gran poder en la república, siendo dueño de la muerte, de la infamia, y en general de las cosas de más entidad. Hacfase la eleccion de esta manera: reunido el pueblo, elegia ciertos hombres de probi-