que do los poetas y los liricos, si tal ha sido, se valiesen sóło como por juego en sus cantilenas? Si otros entienden otra cosa, ancho es, como dice Baquilides, el camino: pues no debe mirarse como desacertada la otra opinion que corre acerca de Licurgo, Numa y otros, segun la cual, teniendo estos varones insignes que manejar pueblos indóciles y que hacer grandes novedades en el gobierno, les pusieron por delante la opinion y nombre de un Dios para bien de aquellos mismos con quienes usaban de esta apariencia.
Hallábase Numa en el cuadragésimo auo de su edad cuando llegaron los mensajeros de Roma brindándołe con el reino. Llevaron la palabra Proclo y Veleso, de los cuales era casi indudable que el uno ó el otro habria sido elegido rey por el pueblo; teniendo Proclo de su parte á las gentes que podian llamarse de Rómuło, y Veleso á las de Tacio. Fueron breves sus discursos, creyendo que habria bastante con anuneiar á Numa su buena dicha; pero era obra, segun se vió, de muchas más palabras y ruegos el persuadirle, y el inclinar á un hombre acoslumbrado á vivir en paz y sosiego á que aceptase el mando de una ciudad que se podia decir babia nacido y acrecentádose con la guerra. Respondió, pues, presente su padre y Marcio, uno de sus parientes, de este modo: «Toda mudanza »en el método de vida es peligrosa; y á quien nada le falla »de lo que há menester, ni nada de lo presente le da dis- »gusto, sólo la ignorancia puede moverle y apartarle de vaquellas cosas á que está hecho; las que cuando nada vmás tengan para ser preferidas, en la seguridad á lo mé- »nos se aventajan mucho á las que están por vor: si es »que esto puede decirse con respecto al reino, en vista de plo que con Rómulo ha sucedido: habiendo caido sobre él nla mala sospecha de que armó asechanzas á su colega »Tacio; y sobre vuestros iguales la de que á él mismo le »han quitado la vida. Y á Rómulo se le colebra con enco-