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POBLÍCOLA.

biendo venido mensajeros de parte de Tarquino, trayendo cartas halagūeñas para el pueblo, y proposiciones moderadas, con las que intentaban seducir á muehos, diciendo en nombre del rey que ya pensaba de otro modo, y no queria sino lo que era muy puesto en razon, los cónsules eran de parecer de que éstos fuesen presentados al pueblo; pero Valerio no lo consintió, ántes se opuso é impidió que con su presencia y palabras se diese ocasion y pretexto para mudanzas á la gento pobre, á quien más sensible se hace la guerra que la tiranía.

Vinieron despues de estos otros mensajeros, diciendo que Tarquino se desistia del reino, y se apartaba de hacerles guerra, pidiendo únicamente sus bienes y baciendas, y las de sus amigos y domésticos, para que tuvieran con qué vivir en su destierro. Inclinándose muchos á ello, y sosteniéndolo Colatino, Bruto, bombre intrépido y pronto á la ira, corrió á la plaza tratando á su colega de traidor que queria proporeionar medios de guerra y tirania á aquellos á quienes aún sería reprensible conceder algun viático para que se retirasen. Reunidos los ciudadanos, el primero Cayo Minucio, hombre entónces particular, habló al pueblo, y animardo á Brulo, y exhorlando á los Romanos, que miraran les dijo ser más conveniente que aquellos bienes hicieran la guerra á los tiranos, que no que á éstos les sirviesen conlra ellos mismos. Con todo, pareció á los Romanos que conseguida la libertad, que era por lo que peleaban, no debian desechar la paz por los intereses, sino más bien arrojar éstos de la ciudad juntamente con fos tiranos. Mas Tarquino de lo que ménos trataba era de los bienes; su demanda tenia más bien cl objeto de tentar al pueblo y solicitar á la traicion; lo que ejecutaban may bien los mensajeros, deteniéndose bajo el pretexto mismo de los bienes, eon decir que unos los volvian, con otros se quedaban, renunciaban á otros, hasta tanto que corrompieron dos de las casas de los ltamados prohombres, la de