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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

Ifto pasó á la Lidia, y allí por largo tiempo estuvo en la sujecion de Onfale, pagando asi la pena de aquel bomicidio, en Lidia se disfrató de mucha paz y quielud; pero en la Grecia de nuevo brotaron y se extendieron ias iniquidađes, no habiendo ninguno que las cortase ó contuviese:

así qne era arriesgado el viaje para los que por tierra caminaban á Atenas desde el Peloponeso; y Piteo refiriendo quién era cada uno de aquellos ladrones y foragidos, y cuáles sus mañas para con los pasajeros, persuadia á Te- • seo que caminase por mar. Mas á éste ya de antiguo le abrasaba la fama de la virtud de Hércules; hablaba frecuentemente de él, y oia con áusia á los que le pintaban sus bazañas, mayormente á los que le habian visto y habian estado presentes á sus discursos y sus hechos. Sucedióle entónces muy á las claras lo que largo tiempo adelante sucedió, y decia de sí Temistocles, que el trofeo de Milciades no le dejaba dormir; pues de la propia manera, admirado éste de la virtud de Hércules, de noche soñaba en sus acciones, y de dia le agitaba y electrizaba el anhelo que siempre revolvia en su ánimo de igualarle.

Concurria tambien por caso que participaban del mismo linaje, siendo hijos de primas: porque Etra era hija de Piteo, y Alemena de Lusidica; y ésta y Piteo hermanos, como hijos de Pólope é Hipodamia: parecíale, por tanto, cosa repugnante é insufrible que aquél, discurriendo por todas parles, purgase la tierra y el mar, y que él esquivase las contiendas que ante los piés se le ofrecian, afrentando de este modo con buir por mar al que por voz y fama era su padre, y al que lo era en verdad con llevarle, como indicios para ser reconocido, los coturnos y un alfanje no teñido en sangre, en vez de bacer patente con obras la excelencia de su legítimo nacimiento. Con este espiritu y estas consideraciones se puso en camino, resuelto á no ofender por su parte å nadie; mas si á castigar las violencias que se le presentasen.