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CAMILO.

plaza, y excitó en todos los circunstantes gran lástima, tendiendo hácia él las manos, y recordando con lágrimas aquella pelea; de manera que puso en indecision á los jueces, y repetidas veces fueron dando largas á la causa, no atreviéndose á darle por quito, por la notoriedad de su crimen, y no pudiendo usar del rigor de la ley, por tener ante los ojos su hazaña con la vista del sitio. Meditando sobre ello Camilo, trasladó el tribunal fuera de la puerta janto al bosque Petelino, desde donde no podia descubrirse el Capitolio: con lo que el acusador pudo seguir la causa, y á los jueces no les impidió la memoria de aquellos hechos el concebir la debida ira contra sus violencias.

Condenáronle, pues, y llevado al Capitolio, fué precipitado de la roca, siendo el mismo lugar monumento de sus gloriosas bazañas y de su desgraciado fin. Los Romanos, asolando despues su casa, edificaron allí el templo de la diosa que llaman Moneda[1], y decretaron que en adelante ninguno de los patricios tuviese casa en el alcázar.

Llamado por la sexta vez Camilo al tribunado, quiso excusarse, por ballarse ya bastante adelantado en cdad, y tambien por temer la envidia y algun reves despues de tanta gloria y tan repetidas victorias. La causa más manifesla era la indisposicion del cuerpo, porque realmente se hallaba enfermo aquellos dias; pero el pueblo no le relevó del mando, sino que gritó que no era menester que en los combates se pusiese al frente de la caballeria ó de la infantería, bastando sólo que emplease su consejo y su disposicion; con lo que le obligó á admitir la comandancia, y i guiar al punto el ejército con Lucio Furio, uno de sus colegas, contra los enemigos. Eran eslos los Prenestinos y Volscos, que talaban un país aliado de los Romanos. Marchando, pues, y acampándose inmediato á los enemigos, a) Como ei dijésemos Diosa del aviso ó del escarmiento; no lo que suena,